Tres situaciones. En la primera hace unos minutos que nos han asaltado, los motochorros se llevaron el celular y los documentos. En la segunda nos tropezamos con alguna baldosa suelta en la calle y la caída provoca que el pantalón haya quedado inservible fruto de un “siete”. En la tercera hemos cometido un error en el trabajo que nos ha valido una tremenda reprimenda de nuestro superior. ¿Qué tienen en común las tres? Hasta ese momento nada. Sin embargo a poco de suceder alguna de las desgracias mencionas se materializará de la nada un comedido de turno que hará las veces de consejero espiritual, dispuesto a arrojarnos a la cara el máximo argumento contra la depresión postraumática, el desiderátum del consuelo a terceros quejosos, la frase que es enarbolada como estandarte por los que ven el vaso lleno en toda en cada una de las situaciones difíciles que nos presenta la vida. Volvamos a alguna de las situaciones planteadas. Todavía estamos reponié...