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Mostrando entradas de 2012

Yo y los otros yo - Capítulo IV

Todos los capítulos en este enlace Afortunadamente, por una de esas casualidades que terminan siendo fundacionales, uno de los hermanos mayores del accidentado se encontraba cerca y pudo intervenir. Pasaron solo algunos segundos hasta que se lanzó al agua y lo rescató. El incidente, que pudo ser grave, solo terminó en un susto, algunos gritos, retos y llantos, todos propios de una situación menor que se sale de control pero no alcanza a transformarse en un drama sin límite. Sin embargo, algo cambió, por lo menos en el interior de ese yo que alcanzó a apoyar la punta de sus dedos en la espalda del accidentado. El cambio no fue importante o notable en un principio, pero los efectos de ese cambio, menores pero que se acumulaban en la medida que pasaba el tiempo, comenzaron a diferenciar a eso yo del resto.  El sentimiento de culpa, a flor de piel en los primeros días, fue encapsulándose e internándose en la psiquis de ese yo. Sus efectos fueron cada vez menos aparentes pero, al mism

Yo y los otros - Capítulo III

Todos los capítulos en este enlace A partir de ese momento todo fue un caos, en mi mente, al menos. Parecía obvio que eramos la misma persona o, cuando menos, cinco personas con exactamente la misma historia: mismos padres, mismos recuerdos, sensaciones, alegrías y disgustos. La imágen en la pared perduró mientras el intercambio de palabras y emociones dominaba la sala blanca. Que bien se sentía que otro, distinto a mi mismo, supiera con exactitud como me había sentido en cada una de las situaciones que recordábamos. Todo me producía una extraña sensación de seguridad al poder intuir los temores, los deseos y las alegrías de los que me rodeaban y que, supongo, ellos intuyeran los míos. La empatía fue total, profunda y reconfortante. Las palabras cobraban un significado perfecto, los gestos no dejaban lugar a dudas, las expresiones de los rostros no ocultaban nada. Recordar las situaciones que habíamos vivido maximizaba las sensaciones que habían provocado, ya fuera de placer, t

Yo y los otros yo - Capítulo II

Todos los capítulos en este enlace Sin posibilidades de medir el tiempo o, al menos, tener alguna percepción que indicara de que transcurriera, el silencio en la habitación blanca pareció durar años. Lo único que se advertía es que nos mirábamos los unos a los otros, moviendo apenas la cabeza y los ojos.  La postura de cada uno ya no era exactamente la misma que en un principio, alguno había colocado las manos sobre la mesa, otro las tenía sobre las piernas, alguien entrecruzaba los dedos, el otro con los brazos cruzados, frotaba lentamente su brazo izquierdo con su mano derecha. Mis brazos ahora descansaban sobre la mesa y mi mano derecha se apoyaba casi sin hacer presión sobre la izquierda, mientras el pulgar se movía muy lentamente provocándome una vaga sensación de placer, aunque creo que ese movimiento, al proporcionarme una sensación táctil, me brindaba algún tipo de seguridad. Al menos podía sentir piel sobre piel y eso me permitía creer que, de alguna forma, era yo mism

Yo y los otros yo

Todos los capítulos en este enlace La oscuridad es total, completa, la sensación es de un inmenso vacío en el que me encuentro solo con mis pensamientos.  Estaba completamente solo. Las ideas más enloquecidas me invadían y no encontraba explicación a la situación. En ese momento, cuando ya había perdido noción del tiempo transcurrido, advierto que un punto de luz blanca, pura e intensa, comienza a delinear una línea en esa inmensa nada. De inmediato todos mis sentidos se enfocaron en esa forma que, frente a mis ojos,  lentamente se transformaba en un rectángulo. Al carecer  de referencias espaciales, dado el vacío que me rodeaba, me era imposible determinar sus dimensiones.  Finalmente el rectángulo se completó. Mis temores fueron reemplazados por una profunda curiosidad y, de forma extraña, imaginé que era testigo involuntario de un evento sorprendente y fantástico.   Algunos segundo más adelante el rectángulo completo comenzó a agrandarse hasta que adquirir las medidas

Solo imaginación

Presta atención a tu entorno, observa cada detalle,   detente en cada objeto, en cada color, en los olores, las texturas y las sensaciones que te brinda la piel. Se consiente de las proporciones, los volúmenes y las diferencias. Luego cierra los ojos, deja que tu ser se integre a lo observado y elije uno de los objetos, retira al resto de tus pensamientos, aligera la realidad en la que te enfocas, siente que el objeto es único y es todo lo que existe. Ahora, lentamente, comienza a cambiarlo, altera todos los detalles que puedas,   elige el color de lo que lo rodea, ponle música, dale vueltas, construye un nuevo objeto, una nueva realidad.   Deja fluir tu imaginación, aliméntala. Nada te impide fundar un nuevo todo en torno a lo recién imaginado. Que la locura tome posesión de tu ser y de ese universo recién creado. Inventa una nueva realidad y justifícala con argumentos plenos de falacias para hacer lugar a tanto desatino, se arrogante, quítale a los quejosos de siempre la posib

Haz de luces

Lo sorprendente de la magia es que cuando nos convence logra también  invadirnos intensa, profundamente. Sabemos que lo que nos presentan nuestros sentidos no es real, pero los límites entre la realidad y la magia se han diluido a punto tal que nada puede ser real y, al mismo tiempo, todo es verdadero. En ciertas ocasiones el arte puede llevarnos a esos parajes que forman parte de lo cotidiano en los niños: los reinos mágicos. Esta imagen me remite a esos misterios provocados por transitar de ilusiones primordiales y de aventuras de la imaginación exacervada por el encantamiento que me propone el artista. ¿Que hay más allá de ese haz de luces que me rodea? ¿de donde viene y a donde va? ¿porqué me permite mirar su centro y a la vez su vacío? Tal vez las respuestas a mis preguntas solo puedan ser reveladas por la artista: instalación .  

¿Malos modales?

Ayer, 29 de febrero de 2012, por intermedio de un amigo me contactó una joven periodista del diario La Nación solicitándome un "testimonio" para u na nota sobre malos modales que saldría en la sección "Sociedad" del diario. En el mail me hizo las siguientes preguntas: Cuáles son los malos modales que más notás (en la calle, en restaurantes), A qué creés que se debe (temor por la inseguridad, el hecho de vivir a las apuradas, falta de educación) Cuál es el que más te molesta, Si notás un gran cambio en los últimos años, Si recordás alguna anécdota en la que hayas presenciado algo que hace mucho hubiese sido insólito o un escándalo, Qué prácticas comunes y toleradas hoy en día eran consideradas de mala educación antes.... Les copio la respuesta que, demás está decirlo, hace caso omiso de las preguntas: Estimada,   Antes que nada: nadie puede arrogarse el derecho de establecer cuáles son los buenos o malos modales, considero que h

Ideas sobre el pasado, el presente y el futuro.

El presente y el futuro   Prospectiva viene del latín, “prospicere”, que significa mirar lejos, hacia el horizonte.   Si partimos del presente, lo que sucede ahora, en este tiempo, veremos que nuestra vida es, ni más ni menos, una sucesión de presentes, en la que el futuro, en general, siempre “sucederá”.   Para el observador, siempre en el presente, los hechos que sucederán en el futuro son contingentes, podrán o no suceder.    De hecho, la certeza sobre lo que habrá de suceder está asociada al marco temporal  al que nos referimos cuando afirmamos que algo sucederá, sin ninguna duda.   Por ejemplo, podemos afirmar con certeza que en algún momento del futuro no se utilizarán los derivados del petróleo como combustible para el transporte por tierra de personas. Sin embargo, esta misma afirmación resulta contingente, por lo tanto atada a una probabilidad de ocurrencia que varía al establecer marcos temporales de 5, 10, 15, 20 o 30 años.   La probabilidad de que dicha afirmación

Desgracias con suerte

Tres situaciones. En la primera hace unos minutos que nos han asaltado, los motochorros se llevaron el celular y los documentos. En la segunda nos tropezamos con alguna baldosa suelta en la calle y la caída provoca que el pantalón haya quedado inservible fruto de un “siete”. En la tercera hemos cometido un error en el trabajo que nos ha valido una tremenda reprimenda de nuestro superior. ¿Qué tienen en común las tres? Hasta ese momento nada. Sin embargo a poco de suceder alguna de las desgracias mencionas   se materializará de la nada   un comedido de turno que hará las veces de consejero espiritual,    dispuesto a arrojarnos a la cara el máximo argumento contra la depresión postraumática, el desiderátum del consuelo a terceros quejosos, la frase que es enarbolada   como estandarte por los que ven el vaso lleno en toda en cada una de las situaciones difíciles que nos presenta la vida. Volvamos a alguna de las situaciones planteadas. Todavía estamos reponiéndonos del mal momento, con t

Un instante...

La conciencia de la mortalidad es una certeza que vamos adquiriendo con el paso de los años. Lentamente en un principio y más rápidamente en la medida que la juventud nos va abandonando. Las cosas pasan, dicen los norteamericanos, y lo que era algo lejano se va transformando, la mayoría de las veces, en un sano motivo de preocupación. Es que comenzamos a advertir que no es solo la propia muerte la que importa, también nos perturba profundamente la de nuestros afectos, como así también las consecuencias materiales y emocionales que nuestra partida, o la de los que nos rodean, puedan tener en aquellos a los que les ha tocado permanecer. Quienes hemos sufrido las labores de la parca en seres queridos sabemos del vacío que se produce, de esa herida que tarda en cicatrizar y que, si finalmente logra cicatrizar, duele más justamente por eso. Pero con los años una certeza más se incorpora a nuestro ser: lo frágil de la vida. Todo puede suceder en unos pocos segundos. Por el motivo que sea, a