Enviado a mis amigos más queridos cuando cumplí los 60:
En pocos días más me incorporaré al club de los sexagenarios y me he propuesto escribir unas pocas líneas al respecto. Cuando se cumplen las décadas es usual hacer algún tipo de balance y los 60, que no escapan a la regla, pareciera que llevan además una carga especial, ya que suelen marcar el inicio de una etapa en la que la vida se mira más desde el presente hacia el pasado que hacia el futuro.
De todas las cosas buenas que me ha tocado vivir hasta aquí, las otras prefiero dejarlas en el tintero por ahora, quiero destacar a las personas que forman parte del mi patrimonio más valioso: el de mis afectos.
En estos 60 años he conocidos a muchos que incluso han llegado a la categoría de amigos, sin embargo, pocos han logrado transformarse en lo que llamo “afectos”.
La amistad se alimenta de la presencia reiterada, de una cerveza, de una pelota de fútbol o un palo de golf, de la cotidianeidad de la vida laboral, de los intereses comunes que le dan vida y la alimentan.
Los afectos van un poco más allá, son los amigos con los que he establecido un lazo más profundo y sólido, aunque intemporal ya que trasciende las vicisitudes de esa necesidad que tiene la amistad de estar cerca, de verse.
De los amigos que he tenido desde que tengo memoria son muchos los que recuerdo con cariño, aunque pocos a los que también recuerdo con afecto. Seguramente estos serán los últimos en perderse en los laberintos de la desmemoria, estos son los que precisamente llamo “afectos”.
Algunos de ellos, por esas cosas de la vida, estuvieron lejos durante mucho tiempo, sin embargo, a la hora del reencuentro, pareciera que nunca estuvimos realmente alejados y la plenitud de la amistad vuelve a reunirnos como si los días no hubieran pasado, los recuerdos fluyen y el afecto que siento por ellos se manifiesta tan vivo como cuando como alcanzaron dicha categoría.
A otros los veo con mayor frecuencia y siempre tenemos algo para contarnos, no importa cuantas veces nos hayamos visto en la semana o el mes. Sus familias pasan a tener una categoría especial en la que sus problemas los tomo tan a serio como si fuesen de la mía y sus alegrías me contagian y me animan.
Afectos son aquellos que me honraron con su amistad, que estuvieron a mi lado en los momentos difíciles, que no preguntaron cuando no había que preguntar, que consolaron, que se alegraron con mis éxitos y me alentaron seguir en la lucha a pesar de los fracasos. A diferencia de los amigos truchos, los afectos siempre están, aunque no estén físicamente cerca.
Te hago llegar este mail justamente porque sos de los muy pocos que han alcanzado esa categoría entre mis amigos.
Por ello es que te quiero agradecer en haberme permitido compartir una buena parte de los mejores momentos de estos últimos 60 años.
¡Muchas gracias!
José María
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