Dos sensaciones me conmueven, la primera es la de la profunda soledad en la que estoy sumido, no hay materialidad en mi, solo pensamientos. Las sensaciones me han abandonado, mis sentidos han dejado de enviarme las señales que permiten ubicarme en el tiempo y en el espacio, no puedo ver ni verme, todo es absolutamente nada. No soy consciente de quién soy, de cómo llegué aquí, de cuál fue mi misión, sólo de como resultó y en lo que resultó. La otra sensación que me conmueve completamente es la de percibir lo que he creado, no lo veo, no interactúo con mi creación, pero el producto de mis sueños y de mis deseos cobra a cada instante toda una existencia. La perfección no está en los detalle aunque si en las contradicciones, en la belleza contrastada con las miserias, en la materia que se opone a la antimateria. Pareciera que cada partícula es la representación de mis causas, mis efectos y mis afectos. Toda la energía surge del cambio permanente, de lo fluido de esa creación que al no concluir, concluye, que al evolucionar se perfecciona. Mi soledad abarca todo, es la unicidad que le da vida a cada rincón de esta creación, la primera y la única que habré podido hacer, fluye a través de cada fotón que ilumina lo que hasta hace un instante no existía, no hay pasado ni futuro, solo el transcurrir de mi presente creador. Sin saber cómo, he deseado, y mis deseos se han transformado en conciencias distintas a mi pero que son parte de una conciencia que al ser consciente de las otras se transforma más conciencia, crece y se realimenta, es una simbiosis entre ser parte y ser la suma. Y esas infinitas conciencias se materializan en movimiento, la luz que ilumina a la creación ahora está viva, se distribuye por toda la inmensidad dando testimonio de la pasión por lo que he creado. Fluye una energía distinta, trascendente, abarcadora, es la energía de esa conciencia colectiva que todo lo imagina. Una nueva dimensión se entrelaza con el todo, el tiempo surge de la infinitud justamente para darle un final, para que yo, un instante, me transforme en miles de millones de millones de instantes para aquellos que habitan mi creación. Su finitud termina abruptamente y al mismo tiempo termino yo, para entonces dar lugar a un nuevo yo, más completo, enriquecido, más sabio de toda sabiduría. En ese breve instante en el fui, fueron todos.
Recomendamos la lectura de los capítulos anteriores en este enlace La desagradable sensación de vacío que provocaron las consecuencias de la decisión del yo obligado a abandonar la habitación, marcando una clara diferencia con los yo que quedamos, siguió viva solo unos instantes. Las diferencias se hicieron más distantes, más definitivas y profundas. Ese yo éramos nosotros mismos enfrentándonos a las consecuencias de un error nimio que había provocado entre nosotros y él diferencias sutiles en los primeros momentos pero que luego fueron agigantándose en todo el transcurso de nuestras vidas. La vida de ese yo terminaría siendo completamente diferente a la nuestra, por lo menos eso nos mostraron las imágenes en la pared. En un primer momento parecía que ese incidente sería intrascendente, que no merecería más atención que un reto sin demasiada severidad pero para ese yo significó a partir de ese instante una realidad completamente distinta, ni mejor ni peor, ...
Comentarios
Publicar un comentario